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Me voy de cena con mi juguete

Algunas comidas o cenas con gente son realmente aburridas. Yo ya había probado de todo para hacerlas más llevaderas, desde comer y beber sin medida, a trasladarme ‘virtualmente’ a una playa sola para mí, mientras ponía la risa del ‘jocker’ que me ocultaba. Pero, mira por donde, en una de mis visitas a la tienda erótica que tengo cerca de casa, veo un huevo vibrador, al que nunca le había echado el ojo. Y me decido a probarlo. Primero en casa, tumbada, mientras veo la tele, que cada vez me aburre más. Y poco a poco, voy notando sus vibraciones, y con mi mando por control remoto, y sin confundirle con el de la tele, voy aumentando la potencia.

El siguiente paso estaba claro, el mismo efecto placentero lo podía experimentar con mi huevo en cualquier sitio, nadie lo iba a notar, solo yo, y ¡como lo notaba¡. Así comencé por ponérmelo en la oficina, y jugar con el mando un ratito. Ese día todo el mundo me parecía agradable, y yo debía estar con una sonrisa perpetua de oreja a oreja, pero ésta, era de verdad, no la postiza. Jamás he estado tan relajada y disfrutando tanto de un día en la oficina.

Y os podéis imaginar cual fue mi siguiente experiencia. Si, me las puse en una de esas aburridas comidas. Nerviosa, por si con la cercanía se me notaría. Pero ansiosa por el morbo de experimentar mi juguetito, con tanta gente a tu alrededor, y tú a lo tuyo. Hasta participaba con interés en conversaciones que en otras ocasiones hubiese dejado pasar, eso sí, con una relajación y naturalidad tremenda. Y si, ese día también mi sonrisa fue verdadera.

Se lo conté a mi pareja, y se ha picado con el mando. Como en casa, él es el dueño de todos los mandos, éste también lo quiere incluir en sus dominios. No sé, a lo mejor acepto, también puede tener su cosa…