He descubierto que las bolas chinas pueden convertirse en la mejor compañía para dar de vez en cuando un paseito.
Algunas tardes libres en las que estoy sola, me las pongo para dar una vuelta. Las sensaciones que produce su vibración y sobre todo el morbo de llevarlas puestas me van excitando poco a poco.
Y a partir de entonces, cualquier cosa que veo durante el paseo la interpreto desde el movimiento de mis bolas. Aquella tienda por la que paso parece que únicamente tenga lencería erótica, aquella atractiva pareja que habla tomando una cerveza seguro que están planeando una increible tarde de sexo, y así hasta que no puedo más y vuelvo a casa.
Entonces me tumbo y me las quito muy muy muy despacito.
¡Animate y cuentanos tus experiencias!