Mes de Mayo, además de mes de las flores, alergias y comuniones, toca declarar a Hacienda. Y claro, como todos los años , tengo un lío tremendo y decido ir a la oficina de la Delegación de Hacienda más cercana, donde siempre me han tratado estupendamente y me informan de todo.
Voy a ir dando un paseo, lo que significa, como ya es habitual, que me pongo mis bolas chinas y tan contenta.
Mientras voy cruzando el río de esta maravillosa ciudad, voy notando las vibraciones , y aunque se que el destino no es muy excitante (lo mismo me toca pagar ), mis bolas siempre me lo hacen todo más placentero. Llega un momento, que estoy tan en trance, que ni me acuerdo que llevo algo ajeno a mi cuerpo…y ahí estuvo el problema.
Llego a la puerta, dejo el bolso en el control de seguridad, como el año pasado, paso el control de metales, con una sonrisa de lado a lado y sonriendo al guarda jurado, y PIPIPI.. para atrás otra vez. El cinturón, pienso yo…y vuelvo a intentarlo …PIPIPI
Miro en los bolsillos, y respiro. Tenía unas monedas. Las dejo en la bandeja, vuelvo a pasar y PIPIPI…
No hace falta que os diga más. La guarda jurado (porque era chica), me pasó entonces el detector manual por todo el cuerpo, y claro, ya se fue aclarando el entuerto..
Pero cual sería mi sorpresa , cuando la guarda jurado (porque era una chica), me miró de reojillo, pasó por el detector , y empezó a sonar el mismo ruidito, PIPIPI . No lo puedo asegurar, pero su sonrisa de cómplice la delataba.
También llevaba las bolas puestas.
¿que pensais de los controles de seguridad?